Había enfermedad y salud y un escalofrío cortaba mis lágrimas de adiós. Era un tiempo notable, éste, el mismo. Los amigos estaban lejos. Algunos habían muerto, otros morían, otros daban escasas señales de vida. La literatura cremaba mi horizonte. Los átomos de mi cuerpo ensayaban versos que cantaban a musas más presentes. Yo hacía un escrutinio con el sonido ambiente y mi alma era un palacio vacío. Tengo un tango atragantado y un rock sin destino. Los héroes eran los ciudadanos simples y la espera enloquecía. Yo miraba cómo otros seguían… En eso, bajó del cielo un extraterrestre, como en las películas, como en la vida real. Fue entonces que lo miré con asombro y entendí que tenía un mensaje para mí:
-No te preocupes: llegarás a buen puerto.
Enmarañándome con los árboles que ahora veía y que siempre habían estado ahí, fui comprendiendo que había esperanzas, y mientras, escribí este testimonio…
Ramiro Guzmán Zuluaga