Una humana, al borde de sí misma, atiende a la intersección entre ella y el agua que la rodea en la bañera casualmente blanca. Ve caer –despaciosa y ágil-,despertando feliz, desde el duchero metálico, una gota arbitraria que ¿es siempre la misma? Cae sobre su canilla, análoga a aquella que, a medias, ha completado la bañera, y análoga (por qué no) a la canilla en la cual bebía el agua de la escuela, demasiado fría en invierno. Dicen que una gota repetida y repetida sobre un punto del cuerpo puede resultar torturante. El mediodía es suave y aburrido como un espasmo; es incomprendido también. Ella se cuelga del mediodía.
Ramiro Guzmán Zuluaga