"Hay dos planetas, Nunca y Siempre, y un montón de asteroides entre ellos."
RAMIRO GUZMÁN

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Entrevistas a Ramiro

Entrevistas de Ramiro

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baudelaireSoy un ángel con alas quebradas
partido en su vuelo
partido en su sueño
es primordial
volver al hombre que perdí volando.
El tiempo es radical e infinito
un bardo ensancha mi canción al cielo.
Soy un ángel con alas rotas
es primordial oír mis silencios.
Es primordial
volver al hombre que lloro en el tiempo.

Ramiro Guzmán

 

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reforma

La palabra que perdí en un poema sin sentido
la reforma de mi interior raído de mirar
la calle pasar ricos y pobres
y mermeladas de dolor en las lágrimas
las mías las de la gente
las de Concha que no halla su sueño
que cantante que pintor que absolutamente nada
en esta morada sin vida
en este viaje llorado
un poema sin sentido
el dobladillo de la esperanza.
 
Ramiro Guzmán
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Solo solo y caminando
escuchando el ronroneo lejano de mi mujer
voy de a poco rengueando
en mis ecos sordos
que pintan Lisboa
de esperanza y agua
rumbo a mi inclemencia
el hotel
la espero en mi alma
soy su perro faldero
ando algo maltrecho
solo y caminando
mirando los versos
del árbol
que trepa hacia el cielo
que amamos
mi mujer y yo
y la estoy amando.

Ramiro Guzmán

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Prosas Caseras Para Continuar

 

En estas prosas transitan la mujer presente y la soñada e inaccesible, cortando la respiración de la voz poética y narradora. El manejo del lenguaje es rico y claro y el escritor se redescubre y se reinventa, sin perder el deseo de comunicación irrefrenable que lo caracteriza. Son prosas caseras, no sólo porque el autor las escribió en su casa, sino porque tienen algo de artesanal, algo de rescate íntimo. Algunos periodistas han hablado del planeta Ramiro Guzmán: Vale la pena adentrarse en él. Creemos que sin duda los lectores saldrán agradecidos.

 

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los angeles chileEl estallido verde de la uva tuvo para el viejo la vitalidad del germinar del trigo. Era el poniente y ya algunas nubes enrojecían. Llevó otra uva a su boca. Las callejuelas de tierra resplandecían sus tiempos de camionero, con la vida como un bolero sin compás, aquellos arranques negros como una mirada en la noche, aquella juventud de agua fría y hermanos que se iban a dialogar con Dios y nunca volvían. El hombre frunce el ceño. Pero lo frunce tranquilamente, quizá para ver pese a los rayos de sol, cada vez más horizontales. El nieto vuelve a pasar con su bicicleta, haciendo polvareda. Es el mayor de unos cuantos nietos, y el hombre íntimamente, aunque jamás lo confesaría, lo prefiere.
“A su edad yo andaba cosiendo pelotas, en el altillo de la casa de mi padre”, piensa. Su padre no lo había querido bien, y lo había echado de casa varias veces. También lo habían echado de siete colegios, sin exagerar. Una vez había apostado con un amigo a cuál echarían primero, y viendo que el otro había hecho una travesura grave, no vaciló en tirar un manzanazo a la directora. Por eso el mirar de don Boli tenía tanto de noche: la soledad ennegrece a los hombres cetrinos. Venían llegando las estrellas, como ventanas. Don Boli había abandonado el tarro con uvas y acariciaba al Golfo, un perro viejo, manchado, blanco y negro. Él también estaba llegando. Ya no salía tras los caballos a recorrer el campo; se quedaba en los aledaños de la casa, mirando jugar a los niños, moviendo la cola al lechero, pidiendo caricias con el ojo blanco. Tenía un ojo blanco. Cualquiera habría pensado que no veía por ese ojo, pero don Boli había comprobado que eso no era cierto.
Ahora el viejo mira las estrellas. Tantas veces había querido meterse en alguna e irse, como nadando, hasta nunca más. Las estrellas tienen mujeres imposibles, amigos inolvidables, y un largo debe con nosotros. Y tienen en su haber que nos ayudan a creer en un orden cósmico que repare las ausencias. “Menos mal que las constelaciones no se compran”, se dijo con ironía. Él está viejo para esos hombres que querían ir tan rápido. Y eso que es bien despierto todavía, y la vida lo ha hecho fluir en los negocios. “Cosechar es tan arduo como sembrar”, me explicó una vez. El cielo ya estaba repleto de luces, como nunca lo vemos en la ciudad. El viejo ansió su botellita de vino, premio que mantiene hasta éstas, sus últimas jornadas de trabajo. Pero estaba como herido de añoranza así que prefirió dejar esperando a su mujer, y gritó a su nieto:
-Vete a tu casa que ya está oscuro.
-¿Y tú, Cocola?
-Yo no le doy explicaciones a nadie. Y menos a ti. Lo único que me faltaba.
Así, el nieto partió dejando a su abuelo con un cielo que tintineaba melodías, un campo que era una vasta negrura y un horizonte que no se veía, como en la juventud. Se oían pájaros. El viejo se los sabía, pero no tenía ganas de distinguirlos, como tampoco distinguió demasiado los ladridos de una jauría vecina. Sintió la quietud como una metáfora de movimiento. Respiró hondo el prana de la luna, sus cráteres que están dentro de cada uno de nosotros, su luz, jardín de plantas imaginarias. Se escuchó un ruido de motor. Seguramente alguno de sus hijos iba rumbo al pueblo. El pueblo que se había convertido en ciudad. El viejo levantó los codos, que había apoyado en armazón metálico inútil ya. Empezó a caminar despacito. Sintió el olor a alfalfa y algún mugido lo hizo sonreír. Siguió a paso lento. El cielo lo miraba.
Llega a su casa cansado, de pantalón y tiradores, y se sienta a la mesa a esperar a su mujer y a un sobrino, que soy yo. Lo saludo, pronto para escuchar “siéntate derecho, hombre”. Me siento lo más derecho posible, pero, íntimamente, creo estar torcidísimo. Él empieza con su vino y yo con un buen jugo de naranjas. Me mira. Es difícil ser mirado así. Escruta mudo unos segundos. Luego sonríe.
-Y ¿fuiste donde la Viviana hoy?
-Sí.
-Es buena moza.
Me río, y ya calmo, empiezo a devorar la cazuela de pollo que trajo mi tía. Viviana es la hija del camionero, pero como trabaja en una farmacia, parece una muchacha de la ciudad, por su manera de vestirse y caminar. Según vaya uno a saber qué, don Boli me prohíbe o me incita a verla. El tiempo hará viscoso todo esto.
En el cuarto de don Boli hay una foto en que estamos él y yo, la noche en que se casó uno de mis primos. Estamos trajeados y mi mirada está como alunada, como buscando un porqué firme para estar lejos de casa. Algo más tangible que la imposibilidad. Yo no tengo hermanos muertos. Pero mi adolescencia no ha sido de las fáciles. Por eso don Boli me respeta, y por eso también, me rezonga arbitrariamente todo el tiempo. Me pasea en su jeep entre la remolacha y cuando me ve cara de abombado me hace bajar a abrir las puertas de los alambrados.
Yo también añoro. A veces, al mediodía, los días de fiesta me encierro en el baño y entre las revistas frívolas, me pongo a llorar. Don Boli lo sabe. Pero no me lo dice, salvo alguna noche especial en que vamos a cenar juntos a la ciudad.
En esas ocasiones suele emborracharse y cantar, con la voz desafinada de un pájaro gaucho, la espalda ancha recostada en una sillita, los ojos fijos en la camarera.
-La vida hay que beberla sorbo a sorbo –me explica.
Y uno y otro amigo que pasan son motivo para brindar. Pero él los hace circular rápido para que yo entienda que quiere estar a solas conmigo. Creo que lo hace para hacerme sentir que tengo una intimidad interesante.
Hablando con él, a veces, yo también me desenfreno. Me río largo o insulto, como en el fútbol. Él me lo tolera. Soy la persona que más le toma el pelo, pero sólo cuando él lo permite.
-La vida es lisa como este mantel, y sus crestas se alisan con los años.
Él no creía mucho lo que me estaba diciendo: no eran horas de demasiada certidumbre.
El viejo y su constelación. Sus arañas en el cielo, cuidándolo, mordiéndolo… Don Boli camina por un camino de tierra. Están las cosas del hombre peleando por hacer gárgaras, en su pecho. Un día nos reencontraremos. Habrá pasado el tiempo.

Ramiro Guzmán Zuluaga

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carmen cuentoOperaron a Emilia. El tajo es largo, el dolor es largo, su ausencia es larga. La fui a visitar al hospital: cuando llegué estaba con su marido y su hija. Emilia es la empleada de casa y es una nueva musa sin que haya entre nosotros más que una hermosa amistad. Montevideo está volviendo a ser de a poco un hogar para mí. He sido andariego, lunático, esclavo, festivo, arrogante y humilde y sincero, y alguna mentirita capaz que se me escapó también por ahí. Escarban mis noctámbulos en una de mis biografías: la que dice que nunca nací, que nunca existí, que nunca creí.

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sirenaEl agua está turbia, revuelta, desprolija. El aire de reserva se acaba, el mar ya no es mar, sólo es agua, prisión. El mar es más que nunca el mar, inmenso hasta lo eterno. Ya no hay más aire pero el buzo no muere: es como si estuviera respirando agua. En vez de nadar, vuela; vuela en el mar.

Ahogado o no, el muerto vive. Se mueve hacia todos lados, hacia ninguna parte. El marrón se hace gris, y el gris paisaje. Cerca, muy cerca del buzo arde una hoguera; fuego, fuego en el mar. Algún que otro tiburoncito aletea alrededor de ese fuego. Llegan ahora montones de peces. Más que peces debería decir colores: montones de colores con forma de peces. El muerto, el vivo que se cree muerto, los mira como en un sueño: “deben de ser enviados de Dios”, piensa.

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La vela grande y chica hablaba con la chica y grande.
- Para mañana anunciaron apagón por esta zona - dijo la vela grande de edad y chica de tamaño.
- ¿Y a nosotras, qué nos importa?
-Nos importa mucho hija querida - repuso la otra.
- ¿Y por qué? - Preguntó incrédula la joven.
- Porque cuando hay apagón los hombres no ven y cuando no ven prenden fuego nuestras cabezas para ver - dijo la otra.
- Entonces en invierno debe ser muy lindo que haya apagón - dijo alegrándose la de corta edad.
- No, porque también arde nuestro cuerpo y poco a poco nos vamos achicando hasta morir.
- ¡¿Entonces cuando usted era joven también era alta como yo?!
-Sí mi querida. ¿Ves, cuán terrible es que haya apagón?
No obtuvo respuesta. Ambas se quedaron en silencio, una esperando empezar a envejecer y la otra esperando la muerte.

Ramiro Guzmán

 

Ilustración Iñigo Muguerza

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Para Ramiro Guzmán por su creatividad

Las alas se duermen
En el patio del sueño
Y de pronto, echan a volar
Y hay agujas de viento
Que atraviesan las noches.

Y tú eres Poeta
Y a veces enajenan las horas
Porque arrecian las tempestades de tu luz.
Cantas cantos con violines de amor
y caricias ensoñantes.

Porque eres Poeta
Amanecen las crisálidas
En las hojarascas del incendio
Y cada llamarada es una estrella quemándose
Para dar más brillo.

¿Quién puede beber el sol entre los dedos
Sin sentir que se fugan los mirasoles del beso?
¿Quién puede hundirse en el recuerdo
Sin tropezar con el ángel que nos calma la sed?

Desde el pozo intangible de la altura
-desde la vida muerte-
Rescatamos el mágico universo
Donde planea la palabra misionera
Única y viviente
Que se enhebra en los hilos de la eternidad.

Tú eres Poeta:
El lenguaje es tu cualidad,
Donde acechan los mástiles del silencio
Y es la nave de Dios que los empuja
Al puerto de las resurrecciones.

Nelly De Perino

22426394 1765923660085118 2419556326958425348 oSólo te pido que rompas con la rutina diaria, para que puedas hacer todo aquello, que te resulta imposible o diferente. Dejando en un costado las costumbres, que tienen como objetivo, hacerte continuar en tu propio sedentarismo. No permitas que los años te conviertan en un mito. Demuestra que a partir de ahora, siempre puedes ser tú mismo. Comprendiendo que lo real existe, diciéndole adiós a todos esos prejuicios y tomando de una vez la libertad, tan sólo para ser feliz.

Daniel Montes de Oca

tapa libro baldío 2

 

Mi baldío es el Río de la Plata, ese estuario que cruzo para visitar a mi hijo y mis amigos. Pero es también un lugar de la consciencia donde gracias al dolor y la alegría mi soledad cobra sentido. También, el baldío es un lugar donde homenajear a los amigos y familiares muertos. Es tal vez un atajo entre mi alma y Dios.

 

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Resonancia Novela

Resonancia: es la novela más reciente del escritor uruguayo, Ramiro Guzmán Zuluaga.

En esta novelita quise expresar la alienación y la ternura. Sus personajes son a la vez locos y dulces y traen información de qué es el tiempo y de la posibilidad de un único universo. El amor es el eje del tema. Una rebeldía grande cruza el texto. La mujer vuelve a ser la salvadora espina. La soledad es signada por la impenetrabilidad de los espíritus. Tengo la esperanza de que los lectores con sus conjeturas enriquezcan lo que yo pude expresar.

Ramiro Guzmán Zuluaga es un astronauta y un buceador, es capaz de observar la mente humana por fuera, como un astronauta mira la tierra desde lo alto, pero a su vez se sumerge, como un buzo, en las profundidades de la corteza cerebral del lector, saltando del lóbulo lógico al sensorial tantas veces como desee.

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"Agustín Guzmán Stanoff, 2018."

 

El sábado tuve la oportunidad de ir a la edición 33° del Festival Internacional de cine de Mar del Plata. Estando tarde para la función de las 12:00, naturalmente decidí ir directamente a la de las 15:00. Al llegar a la boletería, me encontré con que las escasas funciones de ese día ya estaban agotadas. Lo cual no fue ni de cerca un problema. Se me facilitó un folleto y un libro con la programación completa del festival. Desde que posé mis ojos sobre esa lista informativa, todo fue éxtasis. Las posibilidades, los mundos por descubrir eran rebosantes, tentadores. Paraíso y calma para un endeble joven estudiante de cine.

 

Luego de comprar 4 boletas para el domingo, me dirigí hacia el cine del Paseo para comprar un último ticket y terminar de componer la maratón cinematográfica. La idea era ver la mayor cantidad de cine posible, en el tiempo que la vida me permitió estar en este festival. Dejaría el alma y el cuerpo en una sala de cine. Qué mejor lugar para hacerlo que allí. Lugar donde la magia inunda mis venas, dónde la luz renace. Lo umbrío de verdad, lo que parece carecer de vida, encuentra la vida en destellos impulsados por la sinestesia que esa pantalla ensoñadora genera en mí.

 

Entrando a la primera función, me topé con una sala de cine diferente, pequeña, oscura y escalonada. La primera película ya había comenzado y parecía difícil encontrar un lugar para sentarme. Un hombre que había entrado antes que yo, retrocedió sus pasos y salió del recinto. Yo me fui con él, y me detuve detrás de la pared de la sala. Todo estaba oscuro. Entrar o no entrar esa era la cuestión. Si me iba, iba a ser un cobarde. Yo un cobarde no soy y menos cuando de cine se trata. Enfrenté la ansiedad del momento y fui a buscar asiento. En la oscuridad, casi me siento arriba de una persona. Finalmente, pude conseguir un asiento y sumergirme en un maravilloso viaje.

 

Bellas imágenes se veían en la pantalla: una iluminación solar, y una imagen a 16 mm con una textura y un sonido ambiental llevadero. Y el corto terminó. Pocos minutos fueron los que pude ver de “Ada Kaleh”, el cortometraje dirigido por la alemana Helena Wittman. Contemplar a esta directora hablando en español fue una de las experiencias más dulces y alentadoras de este año. Porque el cine es eso. Es gente ayudando a vivir a otra gente. Gente influyendo en la vida de otra gente, mediante un lenguaje que sigue ampliando sus límites según pasa el tiempo. Y el tiempo para el cine, como para todo, es fundamental.

 

La pantalla se torna negra luego del final del primer cortometraje. Es hora del segundo film. Es hora de la segunda experiencia del día. ¿Qué verán mis ojos allí? ¿Qué escucharan mis oídos? ¿Mi alma será acariciada?

 

Crítica Casanovagen (2018)

 

Y sí, si lo fue. Después de los logos de cine alemán y algún que otro festival germano comenzó el film Casanovagen de Luise Donschen. El primer plano, para mí el mejor de todo el film, es el más bello que he visto en una pantalla de cine este año. No en cuánto a carga emotiva, sino en lo que respecta la composición, el color, el sonido. El río y las barcas forman imágenes de ensueño, es como ver una hermosa fotografía en movimiento. Ese movimiento le otorga una belleza incomparable. El personaje disfrazado entra en cuadro, y la imagen duplica su potencia. Esta escena pareciera no estar arraigada al tiempo hasta que unos niños irrumpen a tomarle fotos a ésta figura pseudodivina ¿Quién será este personaje?¿Qué hace allí? Poco importa para la estructura de este film, su presencia se sintió, se hizo notar y allí estuvo. Vivo. Dando comienzo de la mejor manera posible, a una serie de escenas que oscilan entre lo sensorial, lo documental y lo ficcional. Escenas heterogéneas entre sí, pero conectadas todas abordando las temáticas del deseo y la sexualidad de la mujer. Desde el apareamiento de pinzones, hasta el placer sadomasoquista de un hombre con su dominatrix, pasando por charlas juveniles, intercambios en una discoteca y una entrevista al actor John Malcovich por parte de la propia Donschen. El resultado es una obra formidable, cuya originalidad se encuentra en la variedad de propuestas. Logra generar interés en cada una de las secuencias presentadas. Una gratísima sorpresa.

 

Calificación “Casanovagen”: 4,5 de 5.

 

Crítica Harold y Maude

 

Próxima película de la travesía; Harold y Maude (1971, dirigida por Hal Ashby): un himno a la vida, una película maravillosa, de las mejores que vi este año y en mi vida entera.

 

Harold es un joven sin ganas de vivir. Maude es una mujer longeva enamorada de la vida, decidida a vivirla con la mayor intensidad posible.

 

El personaje de Harold se “suicida” numerosas veces a lo largo del film, para llamar la atención de su madre. En un contexto de comedia negra, la película trata desde el comienzo temáticas ancestrales como la muerte y el amor. El film comienza con un plano de Harold ahorcándose con una soga en su propia casa y termina con un plano del mismo personaje tocando el ukelele en los verdes pastos de un barranco. Este comienzo y final, consolidan una muy acertada decisión del director, que durante el desarrollo del film, invita a la reflexión logrando por momentos un tono solemne y dramático. Esta mezcla de tonos está muy bien lograda y el resultado es formidable, la película no decae en ningún momento y brillan sus interpretaciones. Uno logra empatizar con los personajes y querer a la singular pareja. En definitiva, una comedia negra excelente, que juega con la muerte, se ríe con ella e invita a la reflexión y a la revalorización de la vida. Estamos vivos. Vivamos.

 

Calificación “Harold y Maude” : 5 de 5

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230718Hola Ramiro, hablanos un poco sobre dos de tus obras que se llaman El otro día del perenne y Libro libre.

Ramiro: Bueno, son dos obras espaciadas en el tiempo entre una y otra, y que tienen bastante diferencia entre sí, aunque entre las dos hay en común que son momentos en los cuales yo me encontré conmigo mismo en el universo en determinado lugar. Eso sucedió al escribir sin darme cuenta. “Libro libre” termina con un texto que se llama “El amor como reorganización del alma” que en realidad es un texto mucho más viejo y que yo decidí poner en ese libro. No lo iba a poner y al final lo puse; es un texto atípico en mi obra porque es un texto que tiene una tendencia a la autoayuda o algo así; sin ser un texto de autoayuda pero tiene una tendencia más filosófica que el lenguaje literario en el cual yo me siento más cómodo y al cual pertenezco.

¿Y para ti dónde le encontrás la riqueza?

Ramiro: Al cabo del libro me gustan mucho algunas ironías que tiene. Es un libro muy irónico; hay algunas cosas muy sarcásticas sobre el Rey de España por ejemplo. Por otro lado hay un texto que no me convence mucho. No me acuerdo cómo se llama pero tiene una cita a Fernando Cabrera: la cita es muy buena, el texto, no; es un poema que de alguna manera pretende resolver demasiadas cosas que merecían más palabras, porque no era tan fácil el tema. Pero eso son cosas que uno aprende con el tiempo y sólo de errores se aprende, de golpes, de cosas extrañas. Después hay una palabra que yo uso ahí en “Libro libre” que dice “antimachadamente” y hay gente que se lo tomó como que yo estaba provocando a Antonio Machado algo así. No soy tan irreverente. O sea la idea era un verso con el que yo discrepaba y a veces la forma de escribir mía es un poco jocosa, pero yo soy un admirador profundo y devoto prácticamente de la excelsitud de Antonio Machado. Tal es así que ahora mi próximo libro que se llama “Baldío” va a salir con una cita de Antonio Machado esa que dice “todas tus palabras fueron una palabra: Velad”.

¿Es un referente para ti Machado?

Ramiro: totalmente, porque lo leía de muy niño. Mi mamá me lo leía. Machado, García Lorca, algunas cosas de Quevedo, el Romancero son influencias primarias en mi trabajo. En “Libro libre” al principio se citan unas influencias pero se citan todas influencias latinoamericanas porque me salió así, no sé por qué, pero las influencias mías son múltiples y obviamente las de la literatura española son muy básicas para mí, son mis raíces, también.

Y bueno: contanos un poco de “Baldío” ya que lo mencionaste…

Ramiro: “Baldío” es un libro diferente a estos otros dos porque habla de una mente en desierto. El baldío soy yo en un universo, en un mundo que ha perdido la brújula, y yo tampoco encuentro mi propia brújula. Entonces es un intento de recuperar esa brújula pero es diferente de los otros dos libros porque como te decía, en los otros dos libros eran un punto de encuentro; sentía verdadera o falsamente que había un punto de llegada. En cambio “Baldío” transita puntos de partida más que de llegada y también incertidumbre.

¿Con qué se va a encontrar el lector?

Ramiro: se va a encontrar con poemas más llanos que otros momentos de mi obra, y otros poemas, no; pero en líneas generales poemas un poco más llanos y que hubo un intento de rescatar la fuerza de la felicidad en un momento en el que todo tambalea. El amor de pareja tambalea y el amor interior mío hacia mí mismo se resquebraja hasta que lo reencuentro. Pero, a ver, “Baldío” es el tránsito en el que se resquebraja entonces es un momento un poco duro. Aun así yo estoy muy contento con el libro y te digo así como en retrospectiva puedo mirar “Libro libre” o “El otro día del perenne” y decir qué me gusta y qué no me gusta de cada uno, no puedo mirar de la misma manera a “Baldío” porque no ha pasado el tiempo suficiente, lo estoy haciendo ahora mismo, está en vías de edición ya terminado pero ni siquiera salió.

Supongo que cada libro tuyo tiene algo muy rico qué te deja: ¿qué te dejó “Baldío”?

Ramiro: todavía no sé. Es un libro que todavía encierra un enigma para mí. Sí puedo decir qué me dejó “El otro día del perenne”. “El otro día del perenne” me dejó la integridad y “Libro libre” es un aullido libertario que no sé si es correcto, si no, o sea es un libro sobre el cual yo tengo algunas dudas a pesar de que fue muy bien acogido por los lectores. Pero a veces los lectores y yo discrepamos.

Claro porque para ambos no tiene la misma lectura. Eso es lo bueno de una obra no; que se pueda ver diferente, más allá de que tú lo hiciste pensando en algo puntual.

Ramiro: claro exactamente de eso te hablaba. Por eso te decía que el texto “El amor como reorganización del alma” que ha sido muy elogiado y que yo no lo incluí en mis prosas escogidas porque yo no lo considero del mismo valor que lo consideran muchos lectores de mi trabajo.

Daniel Montes de Oca